TOSSA DE MAR

Una perla entre murallas

En el verano de 1934, el pintor Marc Chagall quedó prendado de sus paisajes y la bautizó como el paraíso azul. Y aunque la costa mediterránea haya experimentado cambios sustanciales en su paisaje, Tossa de Mar sigue siendo unos de los rincones que más conservan la esencia del Mediterráneo.

Entre Lloret de Mar y Sant Feliu de Guíxols, esta localidad de la Costa Brava es para muchos una de las más bonitas del litoral de Girona

Por P.E.

Su paisaje es una postal inconfundible. Los barcos de pesca amarrados en la orilla y, de fondo la Vila Vella, encabezada por el emblema del pueblo, el castillo de Tossa, la única fortificación medieval que se conserva en la costa catalana. La Vila Vella es una vieja ciudad amurallada con cuatro torreones y tres torres cilíndricas que protegían la ciudad de los piratas. Al caminar por las murallas se aprecian unas magníficas vistas de la costa mediterránea y, en su punto más elevado, hallamos el faro de Tossa. Un mirador que se sitúa al lado de un museo en el que se enseñan los detalles de la vida de los fareros, el Centre d’Interpretació dels Fars de la Mediterrània. También vale la pena pasear por el barrio de Sa Roqueta para impregnarse de la vida de los pescadores que lo habitaron durante siglos. En él, se encuentra la iglesia parroquial de Sant Vicenç, un edificio de estilo neoclásico que fue construido en 1755 para atender a la población que vivía fuera de las murallas medievales.

Sus mejores playas

La Platja Gran es la principal playa y, como bien indica su nombre, la más extensa. También es la más concurrida y puede ser algo complicado encontrar un hueco en los meses de verano. La panorámica de la Vila Vella que se aprecia desde su arena la ha llevado a ser una de las 25 playas más bonitas en el 2013 según la revista National Geographic. Algo más escondida está la Platja d’es Colodar, que se encuentra justo debajo de la Vila Vella. Recibe el nombre por las piedras erosionadas que cubren su orilla, los còdols. Alejadas de la urbanización, encontramos un sinfín de calas salvajes a las que no resulta fácil llegar. Como la Cala Futadera, una playa rodeada de acantilados y de agua cristalina. Para llegar a este paraíso se debe acceder a través de un sendero que sale de la carretera que conecta Tossa de Mar y Sant Feliu de Guíxols y, seguidamente, bajar unas escaleras empinadas que dirigen a la playa. Para completar una jornada inolvidable, no puede faltar degustar la gastronomía de la zona. El plato más tradicional es el Cim i Tomba, una elaboración de tradición marinera y en el que el pescado es el protagonista.