Cortázar nació en Bruselas, donde su padre trabajaba como funcionario de la embajada argentina. Al poco tiempo, y coincidiendo con la primera guerra mundial, la familia se trasladó a Barcelona y aquí vivieron dos años. Al autor le perseguía el sueño reiterativo de una ciudad con raros edificios coloridos y extrañas cúpulas, un lugar mágico donde su madre le llevaba a tomar el sol. Sesenta años más tarde y sospechando que aquello podía ser el parque Güell que había visto en fotografías, pidió a Peri Rossi que lo acompañara allí una tarde de otoño. «Era como un detective buscando el origen de su sueño»
Su gran pasión por el jazz, sin embargo, no se traducía en visitas frecuentes al templo jazzístico barcelonés. «Yo le acompané una vez al local de Tuset, pero lo suyo no era escuchar música en directo, le gustaba mucho más disfrutarla en casa y hacerlo mientras se movía por el piso si era posible». El autor evitaba asistir a los locales de conciertos precisamente por esa razón, porque escuchando música no conseguía estarse quieto y, también, por la longitud de sus piernas.«Nunca sabía cómo colocarse.»
Más hombre de bares y cafés que de restaurantes, Cortázar apreciaba, sin embargo, muy especialmente este desaparecido local con nombre de tango al que continuamente le arrastraba Peri Rossi, porque a ella con sus grandes ventanas y cortinillas le evocaba los de Montevideo. La uruguaya también llevó al escritor al Balmoral, en el que ambos creyendo ver un ambiente muy parecido al de El conformista, la película de Bertolucci. «Julio y yo imaginábamos que en cualquier momento entraría por la puerta Dominique Sanda, que nos tenía enamorados a los dos.»
Laie abrió sus puertas en 1980. En sus últimas visitas se convirtió en su librería de referencia en la ciudad -recuerda Peri Rossi-. Pero no se puede decir que fuera un gran bibliófilo y además la oferta barcelonesa no era comparable a la de París. Su piso en la rue L'Éperon era muy chiquito, con una biblioteca muy pequena de apenas 500 volúmenes. Lo que sí coleccionaba eran muchos discos y cintas de casete
No es que el escritor disfrutase demasiado yendo de compras, pero solo en estos grandes almacenes encontraba polos a su medida, extragrande. Una vez durante un Sant Jordi le tocó a Peri Rossi firmar libros frente al Corte Inglés. Cuando terminaron, Cortázar, exultante, contó a Peri Rossi que un chico le había hecho firmar unas bragas para su novia. «Estaba muy contento y me dijo: 'Le puse: Con mucho deseo, Julio Cortázar'»
A los amantes de la ópera les gustaba dividirse entre seguidores de Renata Tebaldi y de Maria Callas. «Cortázar estaba convencido de que la Caballé era la continuación natural de la Tebaldi, que era la que preferíamos nosotros. Una noche memorable fuimos a oírla en un recital en el Palau», dice Peri Rossi, que recuerda también otro concierto de la soprano Birgit Nilsson, «a la que amaba tanto como el boxeo»
Cortázar y a Peri Rossi disfrutaban pateando la ciudad y charlando, especialmente por unas Rambles todavía transitables. Básicamente era lo que hacían en las visitas de él. Amado por sus lectores, convertido en una presencia muy popular, a Cortázar no le gustaba que lo reconocieran por la calle, cosa que solía suceder mucho más en Barcelona que en París. «Porque en la capital francesa son más estirados que aquí». Recuerda Peri Rossi lo que le decía su amigo. « Si pasan amigos tuyos, hacé como que no los ves porque, si no, no nos dejarán seguir charlando»
Cuando el escritor no se alojaba en casa de su amiga lo hacía en este hotel frecuentado también por otros grandes autores latinoamericanos como Carlos Fuentes o Guillermo Cabrera Infante. «Entonces el hotel tenía un encanto especial porque no era muy moderno pero tampoco ruinoso. La única queja de Julio era que tenía muy mala luz para leer de noche, una queja que hacía extensible a todos los hoteles de Barcelona»
Este restaurante de las Rambles, hoy todavía en activo, era el favorito de un autor que, sin embargo, no apreciaba excesivamente los placeres de la buena mesa. «Recuerdo que un día García Márquez nos invitó al Reno, que por entonces era uno de los mejores locales de la ciudad, y casi le ofendimos pidiendo allí un bistec con patatas. A Julio, poco hedonista en la mesa, le molestaba perder el tiempo comiendo y además, al igual que yo, era alérgico al ajo»
El escritor siempre se sintió muy a gusto en los museos y en las galerías de arte. En el de Montjuïc comprobó que tenía un hermano de sangre en Joan Miró. Le emocionaba especialmente que « hubiera había sabido conservar la ingenuidad infantil»
« Era su lugar favorito en Barcelona». Le gustaba ir allá en coche hasta las puertas del Porta Caeli, el restaurante que había al final del paseo, y alguna vez convenció a Peri Rossi para que le enseñara a pescar. «A Julio le divertía especialmente el hecho de que a la caída del sol se convirtiera en un lugar de citas eróticas»
Cortázar nació en Bruselas, donde su padre trabajaba como funcionario de la embajada argentina. Al poco tiempo, y coincidiendo con la primera guerra mundial, la familia se trasladó a Barcelona y aquí vivieron dos años. Al autor le perseguía el sueño reiterativo de una ciudad con raros edificios coloridos y extrañas cúpulas, un lugar mágico donde su madre le llevaba a tomar el sol. Sesenta años más tarde y sospechando que aquello podía ser el parque Güell que había visto en fotografías, pidió a Peri Rossi que lo acompañara allí una tarde de otoño. «Era como un detective buscando el origen de su sueño»
Su gran pasión por el jazz, sin embargo, no se traducía en visitas frecuentes al templo jazzístico barcelonés. «Yo le acompané una vez al local de Tuset, pero lo suyo no era escuchar música en directo, le gustaba mucho más disfrutarla en casa y hacerlo mientras se movía por el piso si era posible». El autor evitaba asistir a los locales de conciertos precisamente por esa razón, porque escuchando música no conseguía estarse quieto y, también, por la longitud de sus piernas.«Nunca sabía cómo colocarse.»
Más hombre de bares y cafés que de restaurantes, Cortázar apreciaba, sin embargo, muy especialmente este desaparecido local con nombre de tango al que continuamente le arrastraba Peri Rossi, porque a ella con sus grandes ventanas y cortinillas le evocaba los de Montevideo. La uruguaya también llevó al escritor al Balmoral, en el que ambos creyendo ver un ambiente muy parecido al de El conformista, la película de Bertolucci. «Julio y yo imaginábamos que en cualquier momento entraría por la puerta Dominique Sanda, que nos tenía enamorados a los dos.»
Laie abrió sus puertas en 1980. En sus últimas visitas se convirtió en su librería de referencia en la ciudad -recuerda Peri Rossi-. Pero no se puede decir que fuera un gran bibliófilo y además la oferta barcelonesa no era comparable a la de París. Su piso en la rue L'Éperon era muy chiquito, con una biblioteca muy pequena de apenas 500 volúmenes. Lo que sí coleccionaba eran muchos discos y cintas de casete
No es que el escritor disfrutase demasiado yendo de compras, pero solo en estos grandes almacenes encontraba polos a su medida, extragrande. Una vez durante un Sant Jordi le tocó a Peri Rossi firmar libros frente al Corte Inglés. Cuando terminaron, Cortázar, exultante, contó a Peri Rossi que un chico le había hecho firmar unas bragas para su novia. «Estaba muy contento y me dijo: 'Le puse: Con mucho deseo, Julio Cortázar'»
A los amantes de la ópera les gustaba dividirse entre seguidores de Renata Tebaldi y de Maria Callas. «Cortázar estaba convencido de que la Caballé era la continuación natural de la Tebaldi, que era la que preferíamos nosotros. Una noche memorable fuimos a oírla en un recital en el Palau», dice Peri Rossi, que recuerda también otro concierto de la soprano Birgit Nilsson, «a la que amaba tanto como el boxeo»
Cortázar y a Peri Rossi disfrutaban pateando la ciudad y charlando, especialmente por unas Rambles todavía transitables. Básicamente era lo que hacían en las visitas de él. Amado por sus lectores, convertido en una presencia muy popular, a Cortázar no le gustaba que lo reconocieran por la calle, cosa que solía suceder mucho más en Barcelona que en París. «Porque en la capital francesa son más estirados que aquí». Recuerda Peri Rossi lo que le decía su amigo. « Si pasan amigos tuyos, hacé como que no los ves porque, si no, no nos dejarán seguir charlando»
Cuando el escritor no se alojaba en casa de su amiga lo hacía en este hotel frecuentado también por otros grandes autores latinoamericanos como Carlos Fuentes o Guillermo Cabrera Infante. «Entonces el hotel tenía un encanto especial porque no era muy moderno pero tampoco ruinoso. La única queja de Julio era que tenía muy mala luz para leer de noche, una queja que hacía extensible a todos los hoteles de Barcelona»
Este restaurante de las Rambles, hoy todavía en activo, era el favorito de un autor que, sin embargo, no apreciaba excesivamente los placeres de la buena mesa. «Recuerdo que un día García Márquez nos invitó al Reno, que por entonces era uno de los mejores locales de la ciudad, y casi le ofendimos pidiendo allí un bistec con patatas. A Julio, poco hedonista en la mesa, le molestaba perder el tiempo comiendo y además, al igual que yo, era alérgico al ajo»
El escritor siempre se sintió muy a gusto en los museos y en las galerías de arte. En el de Montjuïc comprobó que tenía un hermano de sangre en Joan Miró. Le emocionaba especialmente que « hubiera había sabido conservar la ingenuidad infantil»
« Era su lugar favorito en Barcelona». Le gustaba ir allá en coche hasta las puertas del Porta Caeli, el restaurante que había al final del paseo, y alguna vez convenció a Peri Rossi para que le enseñara a pescar. «A Julio le divertía especialmente el hecho de que a la caída del sol se convirtiera en un lugar de citas eróticas»