La iniciativa impulsada por la OMS, ACT Accelerator, trabaja para que todas las naciones que forman parte de ella tengan acceso a una vacuna segura contra el coronavirus
La lucha por conseguir una vacuna que acabe con la covid-19 se ha convertido en la nueva pugna mundial. Una competición en la que no importa el ganador si no el tiempo que se tarda en cruzar la meta. Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el brote de coronavirus pandemia global, el objetivo del sector de la investigación ha pasado a ser conseguir una solución segura para inocular el virus. En esta carrera participan diferentes agentes. Según la OMS, son 187 las vacunas que se están investigando y más de 40 las que se encuentran en una fase clínica, la última etapa antes de la aprobación que consiste en las prueba con humanos.
“El desarrollo de una vacuna normalmente dura entre ocho y 10 años”, afirma el director del Departamento Técnico de Farmaindustria, Emili Esteve. “Ahora se están multiplicando los esfuerzos para reducir mucho esos tiempos”, subraya Esteve. La magnitud de esta pandemia mundial hace que hallar una solución se haya convertido en una necesidad urgente. Es por ello que la industria farmacéutica está trabajando con investigadores, autoridades sanitarias, agencias reguladoras y organismos de financiación para acelerar este proceso.
Que haya vacunas en la fase de investigación tres “quiere decir que en pocos meses las autoridades podrán evaluar todas las evidencias que las compañías farmacéuticas hayan recogido”, explica Esteve. Dentro del proceso de investigación, en la primera fase se desarrolla la vacuna en el laboratorio, la segunda se basa en ensayos con animales y la tercera consiste en pruebas con una muestra poblacional.
Una vez se hayan superado los ensayos de seguridad y eficacia de alguna de las vacunas, las compañías farmacéuticas se han comprometido a que estos tratamientos tengan un precio asequible y estén disponibles en todo el mundo de manera equitativa. Este es el compromiso expresado desde el inicio de la pandemia por la Federación Internacional de la Industria Farmacéutica (Ifpma), entidad que representa a las compañías farmacéuticas innovadoras en todo el mundo, como Farmaindustria.
Primera vacuna, a principios del 2021
Mucho se ha especulado sobre la fecha en la que se podrá empezar a aplicar la vacuna que logre ser aprobada por las autoridades competentes. A mediados de octubre, el ministro de Sanidad del Gobierno, Salvador Illa reconoció que vienen por delante días “muy oscuros”, pero no descartó la posibilidad de tener una vacuna para Navidad o a principios de año. De hecho, Illa auguró que Europa dispondrá de un total de 30 millones de vacunas en ese período, de las que tres millones serán para España.
El ministro de Sanidad auguró que Europa dispondrá de 30 millones de vacunas a inicios del 2021
Una previsión que coincide, en parte, con la opinión de la científica en jefe de la OMS, Soumya Swaminathan, quien anticipó que los resultados de la fase tres podrían estar listos a inicios del próximo año, después de lo que se tendrán que cumplir las normativas para la aprobación del fármaco.
No obstante, Swaminathan, bajo una visión prudente subrayó que “las cosas no volverán a la normalidad el 1 de enero” ya que “nadie jamás ha producido vacunas en los volúmenes que se necesitarán, así que en el 2021 esperamos tener vacunas, pero en una cantidad limitada”. De hecho, la científica de la OMS insistió en que “una persona joven y saludable tendrá que esperar hasta el 2022 para poder ser vacunada”.
Con el fin de acelerar el desarrollo de la vacuna, los actores involucrados en el proceso buscan expandir sus capacidades de fabricación. Para ello, muchas de las compañías con capacidad para producir vacunas han comenzado a fabricar a riesgo. Esto significa que para tener una vacuna disponible para la población inmediatamente después de su aprobación, los fabricantes están ampliando las instalaciones de producción y han comenzado a fabricar incluso antes de tener la aprobación regulatoria de su vacuna. Se trata de un gran riesgo financiero, pero las empresas son conscientes de la importancia de garantizar que las vacunas sean accesibles para todos los ciudadanos y pacientes que las necesiten.
Acelerar el desarrollo a gran escala
En abril del 2020, la OMS, con el apoyo de diversos líderes mundiales, lanzó una iniciativa para acelerar el desarrollo y la fabricación a gran escala de vacunas y tratamientos, una vez se demuestre su seguridad y efectividad, para que todas las naciones, particularmente aquellas que más lo necesiten, puedan tener acceso. La iniciativa recibe el nombre de ‘Acces to covid-19 tools (ACT) Accelerator’ y forman parte de ella, además de la OMS, organizaciones como Ifpma, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI), la Alianza GAVI para las Vacunas, el Fondo Mundial, UNITAID, el Welcome Trust, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), la Red de Fabricantes de Vacunas de los Países en Desarrollo, (DCVMN) y la Asociación Internacional de Medicamentos Genéricos y Biosimilares (IGBA), y los principales gobiernos de Europa, Latinoamérica, África y Asia.
El objetivo es que las vacunas lleguen, al menos, a 172 países, que representan el 70% de la población
El objetivo principal de ACT Accelerator es que las vacunas, una vez estén aprobadas, lleguen a todos los países de este consorcio, es decir, 172 países que representan el 70% de la población mundial. Inicialmente, se dará prioridad a los trabajadores y trabajadoras sanitarios y, más tarde, llegarán a la los grupos más vulnerables al virus, como la gente mayor y las personas con afecciones preexistentes. A continuación, se pondrán a disposición otras dosis en función de las necesidades, la vulnerabilidad y la amenaza de la covid-19 en cada país.
Priorizar la seguridad
Tal y como explicó el director del Centro de Vacunas e Inmunología de la Universidad de Georgia, Ted Ross, en el medio estadounidense The New York Times, “es posible que las primeras vacunas no sean las más efectivas”. Es decir, puede ser que ofrezcan una protección moderada, suficientemente baja como para seguir usando mascarillas. Pero lo que aseguran los expertos es que la rapidez no de antepondrá a la seguridad. Desde la Federación Europea de la Industria Farmacéutica (Efpia), afirman que ningún tipo de vacuna se dará a un paciente sin tener evidencias sólidas de que la vacuna es segura y las autoridades sanitarias hayan aprobado previamente su uso tras comprobar su nivel de seguridad.